Columnas de Opiniónprincipales

Cristina y palabras indispensables ¿Cómo no vamos a poder hacerlo?

Hoy se cumplen 17 años de aquel día en el que Cristina lanzó su candidatura presidencial. En tiempos en los que busca imponerse la idea de que no hay alternativas, Valeria Di Croce recupera un discurso indispensable, un gesto distintivo del presidente militante, del hombre común. Y la importancia de la palabra política.

Por Valeria Di Croce *

Un hombre común

“Pingüino o pingüina” era la respuesta a la consulta constante de los medios de comunicación por aquel entonces. A fines de junio de 2007 el presidente Néstor Kirchner visitó Santiago del Estero para participar de la entrega de viviendas en la localidad de Quimilí y prometió volver como primer caballero, o como presidente.

”Por qué no va a ser una mujer, de una vez por todas, quien profundice, cambie y transforme el país?”, preguntó en el Salón Sur de Casa Rosada el presidente. Y agregó: “En la Argentina la profundización del cambio viene de la mano de una mujer, que no tengan ninguna duda va a hacer muchísimo mejor gobierno que el que nos tocó asumir hasta ahora”.

Por qué no va a ser una mujer, de una vez por todas, quien profundice, cambie y transforme el país?”

(Néstor Kirchner)

Ya en los primeros días de julio, Néstor advirtió que la oposición estaba inquieta y desesperada porque Cristina abría las puertas a un proceso superador en Argentina: “El gobierno no se dejará presionar y lo soportará todo en defensa de los intereses del pueblo”. Era 6 de julio y desde la Casa Rosada, vaticinaba una “campaña sucia” contra su compañera, a quien ya había confirmado como candidata.

Cuando le preguntaron qué lugar ocuparía ante un triunfo de Cristina respondió: “Trabajaré en mis cosas como un hombre común”.

Ella lo escuchó y no se olvidó de la respuesta. Así, el 19 de julio en el Teatro Argentino de La Plata, vestida con un trajecito sastre blanco  y desde un atril celeste le contestó al presidente:

Quiero decirle que tampoco se la crea, no es un héroe, no es ningún héroe. Pero tampoco es un hombre común, por más que usted tenga la sincera vocación de ser un hombre común. Es, y no desde ahora, desde que lo conocí, un hombre fuera de lo común”.

(Cristina Fernández de Kirchner)

La cámara enfocó a Néstor. Se encontraba sentado en el pullman de la sala. Sonrió cómplice.

El gesto

Cuando se develó la incógnita y finalmente fue pingüina, muchos se sorprendieron. Habían asumido que el coqueteo era una estrategia y que el presidente iría por la reelección. No esperaban que Néstor Kirchner tuviera un gesto distintivo. 

Aquel 19 de julio, Cristina se dirigió al presidente: “Permítame decirle que, a esa autoestima que usted les devolvió a los argentinos, también acaba de agregarle un gesto personal político, sin precedentes. Porque no es común, en los tiempos que corren ni en la Argentina ni en el mundo, que alguien con más del 70% de opinión positiva, con más del 50 por ciento de intención de voto y con las posibilidades de seguir decida no hacerlo. No es común. Ese tal vez haya sido el cambio más importante. No es el cambio que tienen que hacer los otros. Es el cambio que cada uno de nosotros tenemos que hacer de las propias conductas. Y usted lo había dicho, pero no lo creían. Se lo había dicho a connotados periodistas, a políticos, a funcionarios suyos, a compañeros suyos. Yo veía cuando usted lo decía que lo miraban como se mira a alguien cuando uno piensa “bueno, es el presidente”, pero que en el fondo no le creen. Así lo miraban. Y no era que desconfiaran de usted. Tampoco es que quienes puedan ir a demandar nuevamente la voluntad popular esté mal que lo hagan. No, no. No le creían porque ninguno, absolutamente ninguno, hubiera hecho lo que usted hizo. Esto es lo que lo convierte en un gesto distintivo.

La candidata con porte de estadista aprovechó el instante y recordó a Mariano Moreno: “Él hablaba de la autoridad del ejemplo. Usted tiene esa autoridad, pero no porque se enoje, sino por lo que hizo y por lo que hace. Esa es la autoridad, la de la propia conducta”. 

La palabra política

En tiempos donde busca imponerse la idea de que no hay alternativas y donde la palabra virtual derrama en los medios y en la política, vaciando de sentido crítico el decir, hoy aquel discurso se torna indispensable.

Desde La Plata, ciudad en la que hacía treinta y tres años Néstor y Cristina se habían conocido, se habían formado, habían militado, ese hombre fuera de lo común con un gesto distintivo la escuchaba atento.

Cristina recordó también que, dos años antes en ese mismo lugar en el que ahora daba su primer discurso como candidata presidencial, había convocado a las y los bonaerenses a incorporarse al proyecto iniciado en mayo de 2003. Se refería a las elecciones legislativas del 2005, en las que fue candidata a senadora nacional por la provincia de Buenos Aires: “Había cuestionamientos al rumbo que habíamos emprendido. Había cuestionamientos al rumbo. Derechos Humanos, relaciones de Estado y mercado, cómo se posicionaban los poderes del Estado frente a los poderes de la economía. Cómo construíamos un proyecto en el que volviera a ser el pueblo el eje central. Había cuestionamientos. Casi jaques mates para el presidente”.

Ganó. Obtuvo una amplia victoria sobre Hilda “Chiche” Duhalde. Con más de tres millones de votos (45,77%) dejó a su competidora en segundo lugar (20,43%).

Pero el 19 de julio de 2007 no habló de eso. Parada allí, sabiendo que lo hecho hasta entonces generaba las condiciones para convertirse en la primera mujer en ser elegida presidenta de la Nación, Cristina fue por más. Habló de la Argentina que se venía, del Bicentenario y de tres construcciones basales: El Estado, el modelo económico y social y la batalla cultural (¡Anoten!)

Representar

“Quiero hablar de la primera construcción”, dijo desde el escenario y aclaró: “Más que construcción, es una reconstrucción del Estado constitucional democrático en la República Argentina. Hemos reconstruido el sistema en la toma decisiones que fija la Constitución Nacional para sus tres poderes. Había una clara percepción en la sociedad, desde ya varias décadas, que quienes ocupaban el sillón de Rivadavia, no podían o no querían representar el interés del conjunto. Había una clara intuición popular de que por presión de sectores, de grupos económicos, de grupos de presión o tal vez por decisión, quien ocupaba ese sillón no era realmente quien tomaba las decisiones. Esto llevó a un deterioro de la institución presidencial insoportable casi para un sistema representativo y republicano, ni que hablar de ese poder Legislativo que también por defección, por presión o por corrupción en lugar de votar las leyes que merecían y necesitábamos los argentinos, se votaba porque lo pedía el Fondo”. 

En 2005 por decisión política del presidente, Argentina había cancelado su deuda con el FMI y las cosas habían comenzado a cambiar.

Hemos reconstituido el sistema de decisión de Estado democrático constitucional –continuaba Cristina– el Poder Ejecutivo, quien preside la República Argentina, toma las decisiones de acuerdo a sus convicciones y lo que prometió a la sociedad cuando se sometió al voto popular.  Hoy los legisladores votan de acuerdo al rol constitucional de oficialistas u opositores.

Lo que sigue y dijo Cristina aquel día, cobra especial relevancia a partir de lo que trascendió hace unos días, que es  que un grupo de diputados de La Libertad Avanza visitó a genocidas condenados por delitos de lesa humanidad:

Tal vez como en ninguna de las otras actividades y problemas que hemos tenido los argentinos está el caso de los Derechos Humanos. El fallo reciente de la Corte Suprema de Justicia al decretar la nulidad de los indultos, viene conjuntamente  con las declaraciones de nulidad de las Cámaras y de inconstitucionalidad de la Obediencia y del Punto Final a cerrar un ciclo en la República Argentina. Leyes que habían sido arrancadas a un Poder Legislativo por presión. Indultos que lamentablemente ni siquiera por presión, sino lo que es más lastimoso, por decisión. Habían sido firmados convalidando ese círculo de impunidad que nos colocaban a la Argentina en lo que yo he denominado en numerosos foros internacionales la etapa pre democrática de la República Argentina. Porque puede haber impunidad porque alguien que ha cometido un delito no sea castigado, o porque ha podido evadir la acción de la justicia, pero aquí era mucho peor. Aquí la impunidad había sido consagrada desde los propios poderes del Estado. Con lo cual nos remitía a una sociedad pre democrática. Restituir, restituir y reconstituir ese sistema constitucional, recuperar los roles de los poderes del Estado no era entonces una cuestión únicamente programática o de convicciones. Obedece puntualmente a poner en vigencia ahora y para siempre el texto de la Constitución Argentina, que es de lo único que no tenemos apartarnos los argentinos”.

Todo tiene que ver con todo ¿verdad? Y miren sino lo que seguía después:

“En la Argentina que viene, esta construcción debe ser profundizada. Un Poder Ejecutivo como el brazo de gobernación y de administración del Estado que deberá impulsar planificación estratégica a mediano y a largo plazo. Un Poder Legislativo que también deberá calificar el debate. Despersonalizando la discusión, abandonando la competencia de agravios, y poniendo ideas, programas y fundamentalmente la responsabilidad desde donde habla cada uno.  Porque uno escucha muchas veces discursos, expresiones, valoraciones de gente que ha tenido la oportunidad de gobernar la Argentina por el voto popular y han fracasado estrepitosamente. Esto no los convierte en parias de la política o que no pueden opinar. Pero por favor humildad y reconocimiento del lugar desde donde se opina. Porque la historia lo merece y los argentinos también. La calidad institucional no solo es responsabilidad de un gobierno. Es responsabilidad también de la oposición. Y en el sector privado también esa calidad institucional se expresa en sus empresarios, en sus dirigentes sociales, en las empresas periodísticas calidad institucional en todos los mostradores y a todas las puntas no de un solo lado esto es lo que significa la profundización de ese estado democrático y constitucional”.

Hasta aquí la primera construcción, la institucional, la instrumental, entendiendo que el gobierno es el instrumento para que la política llegue a la sociedad y mejore su calidad de vida. De eso se trata.

Acumulación con inclusión social

La segunda se refería a algo esencial dijo Cristina aquel día: la del modelo económico y social.

“Los problemas de miseria, de inequidad, de desocupación, no se arreglan desde un ministerio de asuntos sociales, en todo caso eso sirve para paliar la situación. La vida de los argentinos se arregla o se desarregla desde la economía. Es la historia trágica y reciente, no es una concepción dogmática, no es una idea extravagante. Es dato empírico de la realidad, experiencia trágica de todos los argentinos. Y este modelo de construcción económica y social, que yo defino como un modelo de acumulación y de inclusión social, es la contracara de la economía y modelo de transferencia de recursos y riquezas que operó durante el modelo neoliberal de los años 90. Acumulación contra transferencia, por eso millones de argentinos se caían del aparato productivo”.

Cristina pondría también un ejemplo previo a los años noventa, la Argentina del Centenario, esa a la que el actual presidente Javier Milei tiene como modelo.

“Esa Argentina que quería convertirse en granero del mundo y que había puesto en lo agrícola y en lo ganadero su fuente de acumulación y riqueza; que colocó al país en un posicionamiento internacional importante pero que al mismo tiempo por la propia actividad al no generar puestos de trabajo también generaba miseria en las clases populares”. 

No había misterios, ni antes ni ahora. ¿Cómo habíamos logrado revertir la crisis de 2001? ¿Cómo se había logrado generar empleo? ¿Cómo habíamos cancelado la deuda con el Fondo? ¿Cómo fue que volvieron las paritarias y mejoró el poder adquisitivo de los trabajadores? ¿Cómo fue que la variable de ajuste dejó de ser recortar los fondos para pagar jubilaciones?

No hay   misterios argentinos -dijo Cristina- ¡Es el modelo económico de acumulación!”

Un día como hoy, Cristina le habló a millones de argentinas y argentinos sobre los desafíos del modelo económico de acumulación con inclusión social. Se anticipó a lo que venía. El Bicentenario, la calidad educativa necesaria para afrontar la innovación tecnológica que el mundo requería. Planificación estratégica, prospectiva, convicciones y la necesidad de políticas de Estado que trascendieran a los gobiernos.

Además, habló de la convocatoria a un acuerdo fundamental: Un diálogo social entre empresarios, trabajadores y la pata del Estado que redirecciona y garantiza las condiciones macroeconómicas de no endeudamiento, de superávit fiscal primario, de superávit comercial, de tipo de cambio competitivo, de reservas suficientes para evitar cualquier cimbronazo. Esas condiciones macroeconómicas no pueden ser solamente de un gobierno, o de un presidente de turno. Tienen que ser patrimonio de todos los argentinos y tiene que ser institucionalizado”.

El acuerdo incluía empresarios y trabajadores quienes debían junto al Estado establecer  las metas a mediano y largo plazo, no se trataba solo de discutir precios y salarios, sino de avanzar en un modelo de producción que fuese conveniente para el país.

Además se garantizaba, de esta manera, evitar los cimbronazos que había enfrentado la Argentina en las décadas previas y nos habían dejado alborde de la extinción social. Los acuerdo (ahora le llaman pactos) requieren de la participación de todas las partes y de pensar más allá de los deseos individuales o sectoriales.

“Esto requiere no solamente un Estado sino también empresarios, que no tienen por qué ser buenos, yo no quiero empresarios buenos y sensibles, quiero empresarios inteligentes y que sepan contar. En ese orden, porque algunos solamente saben contar y entonces se aferran a proyectos o economías ‘casinos’ y ‘burbujas’ que tienen poca sustentabilidad en el tiempo y que finalmente hacen que el conjunto se desplome”, agregó.

No había dudas (no la hay), el modelo económico de acumulación con inclusión social es la forma de crecer para nuestro país. Lo contrario ya lo vivimos y sabemos como termina. También lo saben quienes hoy integran el gobierno y toman decisiones económicas que ya tomaron durante la Alianza y durante el macrismo y no resultaron bien para las mayorías.

“Ya conocimos el crecimiento de la década de los ‘90 donde crecía la economía y la gente se caía, el país desaparecía. Algunos creyeron que habían desaparecido los sindicatos y se alegraban. No se habían dado cuenta de que en realidad lo que había desaparecido era el trabajo en la República Argentina y cuando se dieron cuenta era demasiado tarde”, expresó.

La Batalla Cultural

“Tenemos que aprender, argentinos, de nuestra propia historia, no para trasladar experiencias que normalmente son intransferibles, pero para aprender cómo podemos desde nuestra propia idiosincrasia, de nuestra propia identidad, de nuestra propia estructura económica social, plantearle un modelo de vida a los argentinos que necesitan certezas. No se puede vivir levantándose todos los días pensando que vas a perder el trabajo o que tal vez todo te vaya a salir mal. Y ahí es donde quiero hablar de la tercera construcción, tal vez la más importante porque es la más difícil: lo que yo denomino la construcción cultural”, dijo también Cristina ese día.

En aquel discurso, que vale la pena leer completo, la última construcción estaba vinculada a la Batalla Cultural tan en boga por estos días.

La autoestima y la reconstrucción de una cultura del esfuerzo y del trabajo tiene que ser el eje central de la Argentina que viene. Y sobre esto, permítanme recurrir a mis compañeras de género, a las mujeres formadoras de valores, la primera formadora de valores junto a su hijo. Y ustedes saben que nunca he concebido al género como un espacio de confrontación, lo considero ridículo eso. Yo creo en el espacio del género como un espacio de articulación y cooperación del otro. Ya la vida es demasiado dura y difícil como para buscar en quién es el compañero casi como un contrincante. Nunca he concebido al género en estos términos, pero permítanme decirles que las mujeres tenemos algunas aptitudes diferentes, propias. No mejores ni peores. Propias. Diferentes. Estamos preparadas biológicamente para soportar el dolor. Formadas culturalmente para enfrentar la adversidad. Todas sabemos que la vida es difícil pero cuando se es mujer, es mucho más difícil todavía. En la profesión, en la política, en la empresa, en el trabajo, en todo, siempre es más difícil. Y estamos preparadas, además, funcionalmente para desarrollar actividades en simultáneo, en lo público y en lo privado, aún en las más altas esferas de decisión. Miren, no es casualidad que durante la dictadura hayan sido mujeres las que se pusieron pañuelos blancos en la cabeza para buscar a los desaparecidos políticos.  No es casualidad que luego  cuando los desaparecidos eran ‘los desaparecidos sociales’ hayan sido mayoría los hogares con mujeres solas al frente de las jefaturas del hogar porque los hombres se habían ido.  Pero también quiero decir algo, esos millones de mujeres que habían quedado solas al frente de su familia no es porque el hombre que se fue era malo, es la miseria muchas veces la que ha disuelto a la familia en la República Argentina”.

Construir el futuro

En ese discurso se encuentran muchos debates actuales. Revisarlo, discutirlo, subrayarlo, ponerlo en tensión. Todo vale para recuperar la palabra política. Para recuperar la autoestima.  Disputar el sentido. Reconstruir (una vez más). Reparar (todo el tiempo). Luchar (siempre).

“Quiero decirles, argentinos, que además de estas tres construcciones de Estado Democrático de modelo económico de acumulación con inclusión social, de cambio cultural, de paradigma cultural, lo hemos hecho además desde aquí desde nuestra casa, de América Latina, sin la ficción del primer mundo. Aquí en la región tenemos identidad y pertenencia, no para negarnos al resto del mundo sino para reconocernos mejor y proyectarnos mejor también y además, argentinos, lo hemos hecho sin aporrear, sin palos.

Así comenzaba el capítulo en el que Cristina se convertiría en la primera mujer electa presidenta. Y aún faltaba lo mejor, la profundización del modelo que nos enorgulleció como militantes y que mejoró la vida de millones de argentinos y argentinas.

“Yo recuerdo esa Argentina del primer año, de los primeros días. Miles y miles de argentinos sin trabajo cortando puentes, calles, avenidas …miles, miles. Hagamos ejercicio de memoria ¿cuántas veces le decían, presidente, que había que proceder con mano dura restableciendo el orden? y usted apostó a una Argentina diferente, a una Argentina sin palos, a una Argentina donde nunca más un presidente se tuviera que ir porque unos argentinos habían matado a otros argentinos. Por eso apostamos a la vida. A la canalización democrática de la conflictividad social. Porque, argentinos, es mentira que alguien puede hacer desaparecer la conflictividad social. Basta mirar la historia, basta mirar el mundo, la conflictividad social hace a la esencia humana. Lo importante, argentinos y argentinas, es poder procesarlas y canalizarlas democráticamente defendiendo la vida, defendiendo los derechos humanos de todos, claro que de todos.

¿Cuántas veces le decían, presidente, que había que proceder con mano dura restableciendo el orden? y usted apostó a una Argentina diferente, a una Argentina sin palos…”

(Cristina Fernández de Kirchner)

Aquella tarde, y para terminar, Cristina nos invitó a confiar en nosotros y nos recordó que un país diferente es posible. Con el tiempo, además, lo demostró.

La batalla cultural implica recuperar la autoestima, reconstruirla. Es mentira que no hay alternativa. Los poderosos, los que se creen dueños de todo, incluso del pasado, nos lo niegan, para que no recordemos. Contra eso también tenemos que luchar.

“Fuerza, podemos –dijo Cristina hace 14 años- Miren dónde estamos y miren de dónde venimos ¡Vamos a poder! Si pudieron nuestros próceres con tan pocos elementos, ¿cómo no vamos a poder hacerlo nosotros?. Con fuerza, con convicción, con coraje, por la Patria, por la Argentina, por nosotros mismos”. 

Imaginar el futuro en vez de aceptarlo. Eso hizo (y hace) Cristina ¿Cómo no vamos a hacerlo nosotros y nosotras?.

*Militante de La Cámpora.

Fuente: lacampora.org

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Artículos Relacionados

Volver al botón superior

Adblock Detectado

POR FAVOR DESACTIVE SU BLOQUEADOR DE ANUNCIOS, ESTE MEDIO SE FINANCIA CASI EN SU TOTALIDAD CON PUBLICIDAD, MUCHAS GRACIAS