
Para Ramiro que nunca leerá esta publicación
Ramiro, te invito a mi vida una mañana. Podría ser mañana mismo. Antes de las siete estoy en la escuela, hasta las ocho y veinte voy a primer año C (son 27), recreo, desde las ocho y treinta hasta nueve y diez tengo con cuarto D (casi treinta), vuelvo a primer año pero esta vez a primero D (aquí 28) y ya llegamos al recreo de las nueve cincuenta. En diez minutos de recreo hablamos con los colegas de las preocupaciones, los problemas y la vida. Diez de la mañana voy a quinto B (más de treinta) y a partir de las diez y cuarenta voy cerrando la mañana con tercero E (cerca de treinta y cinco estudiantes) y ya son las doce. Hermosa mañana. Me voy a descansar un poco porque a la noche tengo clase en el secundario nocturno. Si querés y te da la energía acompañame; en este turno la realidad es distinta, parece otro lugar, parece otra escuela.
No te quedes en el turno tarde, Ramiro, porque allí mis colegas luchan con la excesiva población en un cuarto año que hace mucho tiene cantidad suficiente de alumnos como para formar dos divisiones más.
Soy profe de Lengua pero, si no hice mal las cuentas, mañana por la mañana trabajaré más de cuatro horas (también iré a la noche), como todas las mañanas de lunes a viernes desde hace veintiocho años.
No vengas, mejor. Porque si lo hacés, verás que en cada aula entro como si todo estuviera bien en el mundo. No vengas porque podés llegar a aprender algo de solidaridad y de empatía. Y si estás presente en una evaluación oral, un debate, por ejemplo, has de entender que no se puede hablar sin saber y sin argumentar la postura propia. No vengas a una clase donde analizamos los discursos porque hasta serías capaz de enterarte de que, si practicás el pensamiento crítico, no estarías dispuesto a regalar tus ideas y repetir lo que te mandan.
Mejor, Ramiro, no vengas a mi mundo porque vas a ver cómo trabajamos con los chicos de la escuela especial. Por supuesto, nunca nos enseñaron a los profes comunes a trabajar con ellos pero fuimos aprendiendo con cada uno y con los colegas de esa escuela.
Yo no te voy a contar de cómo se hace para mantener baños limpios en una escuela por la que transitan más de mil personas por día porque no soy directora y porque probablemente no te interesa. Yo no te voy a contar sobre las soluciones casi mágicas que se encuentran en los comedores porque yo soy profe y en ese espacio del comedor son las maestras las especialistas en solucionar lo que solo ellas pueden con casi nada.
Mejor no vengas, Ramiro. Ni vos ni otros que se dedican a decir tonterías de la docencia, vos y otros que resultan valientes escondidos en las redes sociales o en los medios de comunicación pero que, cuando tienen que dar la cara, salen corriendo.
Mejor no vengas a mi aula de docente, de cualquier docente, porque corrés el riesgo de empezar a ser responsable; en definitiva, corrés el riesgo de ser mejor persona.
Prof. Claudia Burg (Esc. Comercio 5)
Esta carta fue escrita por la profesora Claudia Burg, docente de la Escuela de Comercio 5, en respuesta a las lamentables declaraciones del licenciado Ramiro Aranda en las últimas horas. El Ministro de Educación de Misiones afirmó que los docentes de la provincia trabajan menos horas que en otras jurisdicciones, que tuvieron tres aumentos salariales en lo que va del año -sin reparar que esos supuestos aumentos ni siquiera se acercan a los números de la inflación actual-.



