En la pandemia los ricos se hicieron más ricos y los pobres, más pobres
En estos dos años de dramas económicos y humanitarios se registró el incremento más importante en la participación de los multimillonarios en la riqueza del mundo. Las desigualdades globales son casi tan grandes hoy como lo fueron en la cúspide del imperialismo occidental a principios del siglo XX. Avanza a nivel mundial la propuesta de un impuesto a las grandes fortunas, que en Argentina se aplicó este año.
Por Alfredo Zaiat
La pandemia del coronavirus es la peor crisis económica, social, laboral y sanitaria de, por lo menos, los últimos cien años. Uno de los saldos más impactante de semejante debacle es que aumentó la desigualdad en un contexto de inmensos sufrimientos personales de la mayoría de la población en el mundo.
En estos dos años de dramas económicos y humanitarios, los ricos se hicieron más ricos y los pobres más pobres, además de que la miseria alcanzó a muchos millones más. El primer año de la pandemia marcó el aumento más pronunciado en la participación de los multimillonarios en la riqueza del mundo.
Argentina no estuvo ajena a esta tendencia global. En 2021, el 10 por ciento superior retuvo alrededor del 40 por ciento del ingreso nacional total. En términos relativos, se encuentra por debajo del promedio de América latina que subió a poco más del 55 por ciento.
La iniciativa de equidad redistributiva del Aporte de las Grandes Fortunas, impulsada por el gobierno de Alberto Fernández, que no se ha replicado en otros países de la región, colaboró para no profundizar aún más la desigualdad.
Ingresos y riquezas
El mundo se ha vuelto más desigual en ingresos y en riqueza durante los últimos 40 años, y la pandemia la agudizó. Esto surge del último Informe sobre desigualdad mundial 2022, elaborado por el World Inequality Lab (WIL), dirigido por el economista francés Thomas Piketty y un grupo de más de 100 investigadores de todo el mundo. El reporte tiene los datos más actualizados y completos sobre las diversas facetas de la desigualdad en el mundo: riqueza global, ingresos, género y desigualdad ecológica.
El informe construido a partir de la Base de Datos de Desigualdad Mundial del WIL, coordinado por el mencionado Piketty y Lucas Chancel, Emmanuel Saez, Gabriel Zucman, ofrece las siguientes cifras:
* El 10 por ciento más rico de la población mundial recibe actualmente el 52 por ciento del ingreso mundial, mientras que la mitad más pobre de la población gana el 8,5 por ciento.
- Las desigualdades mundiales de riqueza son incluso más pronunciadas que las desigualdades de ingresos. La mitad más pobre de la población mundial apenas posee el 2 por ciento del total de la riqueza. En contraste, el 10 por ciento más rico de la población mundial posee el 76 por ciento de toda la riqueza.
- En lo que va del siglo, la desigualdad de la riqueza ha aumentado significativamente. La riqueza de las 50 personas más ricas del mundo aumentó 9 por ciento anual entre 1995 y 2001, y la riqueza de las 500 personas más ricas se incrementó 7 por ciento anual.
- La riqueza media creció menos de la mitad de esa tasa, 3,2 por ciento durante el mismo período.
- Desde 1995, el 1 por ciento superior se llevó el 38 por ciento de toda la riqueza global adicional en los últimos 25 años, mientras que el 50 por ciento inferior capturó sólo el 2 por ciento.
El panorama de Argentina
El reporte analiza además la situación de desigualdad de cada país en cada una de las categorías definidas en la investigación global. Para la Argentina entrega este panorama:
- Desigualdad de ingresos. Mientras que el 50 por ciento de la pirámide gana 368.050 pesos anuales, el 10 por ciento superior gana en promedio 13 veces más (4.850.920 de pesos). “Aunque las desigualdades en Argentina son más bajas que el promedio de América latina, siguen siendo, en general, particularmente altas”, menciona el documento. Como se indicó al comienzo, en 2021, el 10 por ciento superior capturó alrededor del 40 por ciento del ingreso nacional total. Es un porcentaje más bajo que en Brasil y Chile (59 por ciento) pero mayor que en países europeos (30-35 por ciento).
- Desigualdad a largo plazo. Las estimaciones disponibles sugieren que la desigualdad disminuyó durante la segunda mitad del siglo XX, por debajo de niveles extremos: el 10 por ciento de la parte superior de la pirámide se apropiaba del 55 por ciento del ingreso entre 1900 y 1960, hoy está cerca del 40 por ciento. “Durante las últimas cuatro décadas, se observan dos movimientos: una reducción en la participación del ingreso del 10 por ciento superior en la década de 2000, seguida de un aumento desde principios de la década de 2010 en el contexto de una caída generalizada de los ingresos”, indica.
- Desigualdad de la riqueza. Esta desigualdad se mantiene en niveles extremos. La riqueza promedio de los hogares se ha más que duplicado desde 1995 y la desigualdad se ha mantenido en niveles muy elevados, con un 10 por ciento de la población que tiene de 60 a 70 por ciento. “La desigualdad de riqueza en Argentina es ligeramente menor que en el resto de América latina, pero sigue siendo muy alta desde un punto de vista internacional”, apunta.
- Desigualdad de género. La participación del trabajo femenino en el ingreso es de 37 por ciento. Este porcentaje sitúa a Argentina ligeramente por encima del promedio latinoamericano (35 por ciento). La participación de la mano de obra femenina en los ingresos se acerca a los niveles de Europa occidental (38 por ciento), más baja que la de Europa del Este (41 por ciento) pero más alta que en Asia (21 por ciento sin incluir China) o África subsahariana (28 por ciento).
- Desigualdad de carbono. La huella de gases de efecto invernadero per cápita promedio es igual a 6,5 tCO2e. El 50 por ciento inferior, el 40 por ciento medio y el 10 por ciento superior de la pirámide de ingresos fueron, en promedio, responsables de 3,5, 7,0 y 19,0 tCO2e/cápita, respectivamente, en 2019. O sea, los ricos emiten más gases de efecto invernadero.
Igual que a principios del siglo XX
El informe muestra cómo en 2021 “después de tres décadas de globalización comercial y financiera, las desigualdades globales siguen siendo extremadamente pronunciadas… casi tan grandes hoy como lo fueron en la cúspide del imperialismo occidental a principios del siglo XX“.
Aunque el informe encontró que las desigualdades entrelasnaciones habían disminuido desde el final de la Guerra Fría (principalmente debido a la mejora en el nivel de vida en China), había aumentado en la mayoría de los países y se había vuelto más pronunciada como resultado de la situación global de pandemia en los últimos dos años.
Las desigualdades de ingresos y riqueza han ido en aumento desde la década de 1980, tras una serie de políticas económicas de desregulación y liberalización que adoptaron diferentes formas en diferentes países.
El incremento no ha sido uniforme: algunos países han experimentado importantes alzas de la desigualdad (Estados Unidos, Rusia e India) mientras que otros (países europeos y China) han registrado variaciones relativamente menores. “Estas diferencias confirman que la desigualdad no es inevitable, es una elección política“, sentencia.
Incremento de la brecha de ingresos
Los datos y análisis presentados en el informe se basan en el trabajo de más de 100 investigadores durante cuatro años, ubicados en todos los continentes Esta vasta red colabora con instituciones estadísticas, autoridades fiscales, universidades y organizaciones internacionales para armonizar, analizar y difundir datos internacionales comparables sobre desigualdad.
De este modo el informe presenta la síntesis más actualizada de los esfuerzos investigativos internacionales para rastrear las desigualdades globales.
Uno de los resultados de la investigación fue que la brecha entre los ingresos promedio del 10 por ciento superior y el 50 por ciento inferior de las personas dentro de los países casi se ha duplicado, de 8,5 a 15 veces.
Reiteran que las desigualdades globales parecen ser tan grandes hoy como lo fueron en el pico del imperialismo occidental a principios del siglo XX. De hecho, la proporción de ingresos que capta actualmente la mitad más pobre de la población mundial es aproximadamente la mitad de lo que era en 1820, antes de la gran divergencia entre los países occidentales y sus colonias.
Los investigadores afirman que aún queda un largo camino por recorrer para deshacer las desigualdades económicas globales heredadas de la alta desigualdad en la organización de la producción mundial entre mediados del siglo XIX y mediados del XX.
Riqueza neta de los gobiernos y del sector privado
El reporte invita a entender estas desigualdades centrándose en la brecha entre la riqueza neta de los gobiernos y la riqueza neta del sector privado. Explica que durante los últimos 40 años, los países se han vuelto significativamente más ricos, pero sus gobiernos se han vuelto más pobres.
Calcula que la participación de la riqueza en manos de los actores públicos es cercana a cero o negativa en los países ricos, lo que significa que la totalidad de la riqueza está en manos privadas. Esta tendencia se ha visto magnificada por la crisis de la covid-19, durante la cual los gobiernos tomaron prestado el equivalente de 10 a 20 por ciento del PIB, esencialmente del sector privado.
La escasa riqueza actual de los gobiernos tiene importantes implicaciones para las capacidades estatales de abordar la desigualdad en el futuro, así como los desafíos clave del siglo XXI como el cambio climático.
El aumento de la riqueza privada también ha sido desigual dentro de los países y a nivel mundial. Los multimillonarios mundiales han capturado una parte desproporcionada del crecimiento de la riqueza global durante las últimas décadas: el 1 por ciento superior se llevó el 38 por ciento de toda la riqueza adicional acumulada desde mediados de la década de 1990, mientras que el 50 por ciento inferior capturó sólo el 2 por ciento.
Multimillonarios en la pandemia y los impuestos
Esta desigualdad se debe a una profunda desigualdad en las tasas de crecimiento entre los segmentos superior e inferior de la distribución de la riqueza. La riqueza de las personas más ricas del mundo ha avanzado entre 7 y 9 por ciento anual desde 1995, mientras que la riqueza promedio ha aumentado 3,2 por ciento anual.
Desde 1995, la participación de la riqueza mundial en manos del 0,01 por ciento más rico creció de 7 a 11 por ciento. La participación de la riqueza en poder de multimillonarios también se disparó durante este período (de 1 al 3 por ciento) y este aumento se exacerbó durante la pandemia. “De hecho, 2020 marcó el aumento más pronunciado registrado en la participación de los multimillonarios en la riqueza del mundo“, apunta el informe.
A partir de estos datos, los autores del reporte analizan varias opciones de políticas para redistribuir la riqueza. Proponen un modesto impuesto progresivo sobre el patrimonio de los multimillonarios globales. Estiman que dada la intensa concentración de la riqueza, ese impuesto puede generar ingresos importantes para los gobiernos de cerca el 1,6 por ciento de sus recursos globales, dinero que podría derivarse a gastos en educación, salud y transición ecológica.
Argentina, en el gobierno de Alberto Fernández, es de los pocos países que en la pandemia avanzó en este tipo de tributo progresivo.
En 2021, había 62,2 millones de personas en el mundo que poseían más de 1 millón de dólares, con una riqueza promedio de 2,8 millones de dólares, lo que representa un total de 174 billones de dólares.
Picketty y su equipo de investigadores mencionan que “destacamos desde el principio que abordar los desafíos del siglo XXI no es factible sin una redistribución significativa de los ingresos y riqueza“.
Recuerda que el surgimiento de los Estados de Bienestar modernos en el siglo XX estuvo asociado con un tremendo progreso en salud, educación y oportunidades para todos, y pudo sostenerse con el aumento de tasas impositivas progresivas y elevadas.
Para concluir que “esto jugó un papel fundamental para garantizar la aceptabilidad social y política del alza de los impuestos y la socialización de la riqueza. Será necesaria una evolución similar para abordar los desafíos del siglo XXI”.
Fuente: Página 12