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Lula, Petro y la escalada diplomática de Washington hacia Venezuela

En los últimos días, la presión del gobierno estadounidense en la región latinoamericana ha ganado una notable intensidad con el objetivo de fabricar un “consenso regional” que permita la adoptación de una postura más agresiva y hostil hacia Venezuela, en medio de la controversia postelectoral que se encuentra en proceso de resolución en el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ).

Un elemento clave en esta fase de la ofensiva es el informe preliminar del Panel de Expertos Electorales de la ONU, revelado en violación de los principios estipulados por la propia organización. Aunque se presenta como imparcial, este documento contiene sesgos políticos y refleja un claro interés de agregar una nueva capa de hostigamiento en la esfera diplomática.

El panorama general en torno a las recientes acciones del gobierno estadounidense permite observar que la presión diplomática ha apuntado principalmente al eje Brasil-Colombia-México. EE.UU. ha tratado de llevarlos a su terreno para debilitar su posición como mediadores e interlocutores regionales autónomos.

La reciente propuesta de una repetición de elecciones, esbozada por Lula y Gustavo Petro, indica que el camino tejido por Washington en los últimos días ha buscado consumar este objetivo, como veremos a continuación.

Primer telefonazo: Colombia

El canciller colombiano, Luis Gilberto Murillo, informó a través de su cuenta de X sobre su conversación con el Secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, el 12 de agosto.

El canciller subrayó que Colombia, junto a Brasil y México, está comprometida en un esfuerzo diplomático conjunto que respeta la soberanía venezolana y promueve la no injerencia en sus asuntos internos, así como la vigilancia a los derechos humanos.

Por su parte, el portavoz adjunto principal del Departamento de Estado, Vedant Patel, enfatizó que Blinken y Murillo abordaron la necesidad de que la región actúe “a una sola voz” con vistas a presionar aun más para que Venezuela “regrese a un camino democrático”.

Segundo telefonazo: Brasil

Al día siguiente, Blinken habló con su homólogo brasileño, Mauro Vieira, y destacó la “importancia de la participación de Brasil en foros regionales, incluida la OEA, para hablar sobre la situación venezolana tras los comicios”, según Vedant Patel.

Esta conversación coincidió con las declaraciones del asesor principal de Lula en política exterior, Celso Amorim, quien propuso a su presidente la celebración de nuevas elecciones como un camino para resolver el asunto venezolano. Amorim contó al diario brasileño Valor Económico que es una sugerencia informal sobre lo que era, en ese entonces, una “idea embrionaria” que no había sido compartida con Colombia y México.

Tercer telefonazo: México

La secretaria de Relaciones Exteriores de México, Alicia Bárcena, fue abordada el mismo día por Blinken en una conversación telefónica.

Según la cancillería mexicana, Blinken “le expresó a Bárcena su apoyo a las posiciones de México, Brasil y Colombia”.

La llamada del jefe de la diplomacia de EE.UU. con México se dio a conocer luego de que el presidente del país latinoamericano, Andrés Manuel López Obrador, indicara que paralizará su participación en el esfuerzo de mediación promovido por Brasil y Colombia, hasta que “resuelva el tribunal electoral” la situación.

Cuarto telefonazo: otra vez Brasil

El presidente Lula también recibió una llamada del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, para hablar sobre Venezuela. Trudeau expresó su apoyo a las iniciativas de Brasil, y manifestó una posición que invalidó la credibilidad de los resultados electorales.

Según los informes oficiales, en su diálogo con Trudeau, Lula comentó que “la comunidad internacional ha cometido errores en relación con Venezuela, como la imposición de sanciones y el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente”.

Equilibrios y dilemas

Esta escalada de presiones diplomáticas de EE.UU. derivó en las recientes declaraciones de Brasilia y Bogotá, en las que tanto el presidente Lula como el presidente Gustavo Petro propusieron individualmente la realización de nuevas elecciones en Venezuela, lo que recibió el respaldo del presidente Joe Biden.

Lula también sugirió la formación de un gobierno de coalición o la convocatoria a sufragios con un comité electoral independiente y observadores internacionales. Petro, por su parte, propuso un levantamiento de sanciones, amnistía general, garantías para la acción política y un gobierno de cohabitación transitorio que conduzca a nuevos comicios.

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, mostró desacuerdo con la propuesta de Lula, considerando imprudente la intervención extranjera en asuntos internos de otro país.

La iniciativa de ambos mandatarios, ampliamente rechazada por todo el arco político venezolano, puede interpretarse como una salida “elegante” al dilema planteado por las presiones. Con esto intentaron, al mismo tiempo, no concederle a Washington el reconocimiento a Edmundo González, pero tampoco al presidente venezolano su victoria ni la validación del contencioso electoral en el TSJ.

Jugar en un terreno resbaladizo e indefinido, en tiempos de polarización geopolítica, es una pésima señal en un contexto internacional donde la autonomía estratégica define el perfil de los países en el marco del gran momento multipolar. Ni Petro ni Lula han estado a la altura de la nueva tendencia que orienta la coyuntura global.

La propuesta, aunque no satisfaga plenamente el objetivo de elevar la hostilidad en la región hacia el gobierno venezolano, se traduce en un apalancamiento de la narrativa de desconocimiento de EE.UU.

No obstante, a Washington le ofrecería una alternativa momentánea. Le permitiría ganar tiempo, distribuir el foco de atención —sin perder el sentido de la escalada— y retrasar la imposición de sanciones petroleras que afectarían sus intereses energéticos, especialmente en un contexto electoral cuando un desbalance en la inflación o en los precios de la gasolina, a causa de una medida improvisada, podría seguir catapultando la candidatura de Donald Trump.

Fuente: Misión Verdad

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