Columnas de Opinión

El proyecto político del que hablamos se llama Argentina

Por Nicolás Vilela

Se cumplen 50 años del Modelo argentino para el proyecto nacional, discurso presentado por Perón el 1° de mayo de 1974 ante la Asamblea Legislativa y difundido después como obra póstuma. Leerlo hoy, en una coyuntura signada por el gobierno “anarcocolonialista” de Javier Milei, resulta indispensable para una reflexión programática del campo nacional y popular.

El Modelo argentino es un ejercicio de interpretación de la conciencia nacional. Perón critica la adopción de teorías foráneas para caracterizar la realidad argentina. Un ejemplo muy claro y muy actual se refiere a los planes de estabilización económica. Perón dice: “Las ´recetas´ internacionales que nos han sugerido bajar la demanda para detener la inflación no condujeron sino a frenar el proceso y a mantener o aumentar la inflación”. Y objeta los intentos de bajar la demanda pública a través de la contención del gasto, la demanda de las empresas a través de la restricción del crédito y la demanda de los trabajadores disminuyendo el salario real. La obsesión por el déficit cero a expensas de la economía real de los argentinos constituye una severa equivocación. Se olvidan, dice Perón, del sentido social del gasto público.

“Todo eso junto está sucediendo hoy en la Argentina: restricción del gasto público, inexistencia del crédito por tasas positivas imposibles y salarios destruidos y pulverizados”

Cristina retomó esta interpretación cuando le tocó discutir el presupuesto 2019 como senadora en pleno macrismo; su intervención vale también para nuestra época: “Todo eso junto está sucediendo hoy en la Argentina: restricción del gasto público, inexistencia del crédito por tasas positivas imposibles y salarios destruidos y pulverizados”. Por eso es importante entender “que no se sale de la recesión ajustando el gasto público; al contrario, lo que vamos a hacer es profundizar el sufrimiento inútil de la sociedad argentina”. Al revés, el objetivo debería ser, como planteaba Perón en 1974, expandir la demanda y el consumo, motor esencial del desarrollo económico de nuestro país.

Al mismo tiempo, Perón advierte contra ese “chauvinismo ingenuo” que elimina por decreto todo lo que venga de afuera. El nacionalismo argentino debe reconocerse integrado a América Latina y a todos los países se resisten al colonialismo de los países centrales. La etapa de integración regional es imprescindible para la construcción de un “universalismo justo”, sin imperios ni colonias, sin fronteras ideológicas. Por eso la cultura nacional no se construye sobre “un folclorismo chabacano, que nuestro pueblo no merece” sino sobre la integración creativa entre la cultura popular y la “alta cultura”.

“El mercado no constituirá la referencia fundamental en la determinación de las necesidades auténticas de la comunidad”

No sorprende que el Modelo argentino sea al mismo tiempo una síntesis de doctrina peronista y un discurso dirigido a los representantes del pueblo. En esos años, una de las veinte verdades había pasado de “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista” a “para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”. Lo que busca Perón son los ámbitos de coincidencia nacional para reconstruir la Argentina sobre bases de paz y justicia. Las Bases y puntos de partida de Milei, que ayer aprobó vergonzosamente la Cámara de Diputados, expresan los intereses de un puñado de millonarios. El Modelo argentino, en cambio, es una expresión histórica de la creación popular.

Pero si hay algo que deja en claro Perón es que los ámbitos de consenso no se logran por arte de magia. Son producto de debates y conflictos: “Argentina ha sido siempre un país abierto a la participación externa; también lo será en el futuro, pero es imprescindible disciplinar dicha participación determinando las áreas de su injerencia y la función que debe cumplir en nuestra vida social, política y económica”. Se requiere un Estado fuerte, que intervenga de manera eficiente para asignar recursos y orientar el desarrollo con sentido nacional. “El mercado no constituirá la referencia fundamental en la determinación de las necesidades auténticas de la comunidad”, dice Perón, “y el Estado tendrá entonces que suplir este posible déficit, ya sea mediante su acción directa, como inversor, o bien, indirectamente, a través de su política económica”.

Estos planteos son absolutamente actuales, y no solo por contraposición al proyecto extractivista, anarcocolonial, de Milei. Perón también aclara que el objetivo de la distribución del ingreso se logra aumentando salarios y fomentando la demanda interna. El progreso económico no puede realizarse en contra del desarrollo social del país. Y quienes, dentro del campo nacional, pretenden favorecerlo remunerando en mayor proporción al factor capital y empresarial, en detrimento del trabajo, proponen algo socialmente injusto y no doctrinario. Cuando la economía financiera se autonomiza de la economía real de los pueblos, hay que enfocarse en los incentivos al trabajo, no al capital.

Además, en la larga marcha del desarrollo nacional, Perón ya vislumbra la importancia que tendrá el ámbito ecológico. Muy lejos de esa mirada que hoy cuestiona la agenda ambiental por considerarla “progresista”, Perón llama la atención sobre la “marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, y la dilapidación de los recursos naturales”. El Modelo argentino se anticipa en varias décadas a las investigaciones sobre el modo en que los países centrales llevan una vida de lujo externalizando en nuestras tierras los costos sociales y ambientales de su crecimiento económico. La preocupación espiritual por los seres humanos y la preocupación ecológica por el medio ambiente son una y la misma cosa.

“La Argentina necesita militantes, no de un partido político, sino de su pueblo, de sus trabajadores, de sus científicos, de sus intelectuales”

Pero el Modelo no se limita a enseñarnos los objetivos del proyecto nacional. También expone la forma de lograrlos. Y esa forma es la organización de la comunidad. Si nuestro proyecto político se llama Argentina, como dijo Cristina en uno de sus últimos discursos como Presidenta, entonces “la Argentina necesita militantes, no de un partido político, sino de su pueblo, de sus trabajadores, de sus científicos, de sus intelectuales”. La comunidad, las fuerzas vivas del pueblo, las instituciones representativas de la sociedad, deben politizarse y organizarse sobre el factor aglutinante de la solidaridad social. Porque los pueblos que carecen de organización puede ser sometidos a cualquier tiranía. Contra la noción liberal acerca de la libertad, hoy tan boga, Perón afirma que solamente se puede tiranizar lo inorgánico. La organización colectiva es una condición para la libertad individual. Y para organizarse, la comunidad debe formarse políticamente y discutir.

Modelo argentino para el proyecto nacional es una enorme construcción intelectual que resume las ideas de nuestro pueblo. El peronismo es un sentimiento, pero también es una doctrina y un programa. Y esa discusión programática pone en perspectiva cualquier debate coyuntural. Perón dice que durante mucho tiempo nos manejamos con nombres y no con programas, y que la política resultante fue de neto corte liberal. Hay que asumir que nuestra época precisa de discusión doctrinaria y programática, como complemento a la participación activa, cerca de la sociedad, en los conflictos cotidianos. La utopía no es un ideal inalcanzable sino la forma esperanzada del presente. El justicialismo es, ante todo, una idea. Y solo la idea vence al tiempo.

Fuente: lacampora.org

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