Internacionales

Guerra en primera persona: así es la historia de un argentino en las trincheras de Karabaj

Por Denis Lukyanov

Leo Moumdjian es un periodista argentino de origen armenio quien viajó a Nagorno Karabaj durante la reciente guerra para cubrir los sucesos de ese conflicto armado entre Armenia y Azerbaiyán. Moumdjian tiene una perspectiva única de esa guerra y compartió sus experiencias en una entrevista. Nagorono Karabaj, también conocido como Artsaj, es una pequeña porción de territorio por la que Armenia y Azerbaiyán pugnan durante hace más de un siglo. La escalada más reciente en el ‘Jardín Negro’ —traducción literal de Karabaj del idioma azerbaiyano— tuvo lugar entre septiembre y noviembre de 2020 y pasó a ser conocida como la segunda guerra de Nagorno Karabaj —la primera tuvo lugar entre 1988 y 1994—.

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La reciente guerra culminó con la victoria de Azerbaiyán que estableció su control sobre porciones considerables de la república autoproclamada de Artsaj. La guerra en aquellos meses se convirtió en el principal tema para muchos medios en todo el mundo. Las agencias de noticias enviaron sus corresponsales a la zona del conflicto. Uno de los periodistas que cubrió la guerra en Nagorno Karabaj fue un argentino de origen armenio Leo Moumdjian.

Moumdjian estuvo en diferentes partes de Artsaj cubriendo los sucesos clave de aquella guerra para varios medios argentinos. El periodista en algunas ocasiones arriesgó su vida y el resultado fue un fantástico trabajo periodístico. En una entrevista a Sputnik Leo Moumdjian compartió los momentos más imponentes y escalofríantes de su estadía en el ‘Jardín Negro’.

Aquí la primera parte de la entrevista con Leo Moumdjian. Así es la visión de un corresponsal de guerra de origen armenio respecto a la reciente guerra.

—¿Cuánto tiempo pasó usted en Nagorno Karabaj?

—Fui a cubrir el conflicto como corresponsal de guerra, pero empecé en Ereván y a los tres días me fui a Artsaj o Nagorno Karabaj. Estuve en total alrededor de cincuenta días.

—¿Cuál fue la primera impresión que tuvo de esta región?

—Yo ya había estado en esa región. No era la primera vez. La conocía. Había ido en 2015, creo que esa fue la última vez, también para recorrer las trincheras justamente de pueblos que ahora quedaron bajo dominio de Azerbaiyán. Y en esa ocasión fui con un canal de televisión de aquí de Argentina, Telefe Noticias, que es uno de los canales más importantes de Argentina. Y recorrimos las trincheras, la historia de Nagorno Karabaj como república no reconocida.

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Y también en esa ocasión, después, la república de Azerbaiyán me incluyó en su lista negra de periodistas porque alegan que tendría que haber pedido permiso para entrar a Nagorno Karabaj. Lo cierto es que nos introdujimos por el lado armenio. Bueno, la historia es compleja porque hay un recorte del lado de Azerbaiyán de los últimos 100-105 años cuando la Administración de la Unión Soviética les dio esa tierra para administrarla y los armenios, por supuesto, hablan de su presencia milenaria en la región.

Y allí también en Nagorno Karabaj, a 20 o 30 minutos de la capital, Stepanakert, hay un castillo, o había, que ahora ha quedado en manos de Azerbaiyán, que eran los jardines de invierno de un rey de Armenia que data del 50 años antes de Cristo. Tenemos toda esta variación de tiempo, entonces en la historia de esta región hay presencia de Armenia y por supuesto azerí. Bueno, el conflicto se mantuvo estático durante la Unión Soviética. Creo que era el último que le quedaba a Rusia pendiente de resolver luego de la caída de la Unión Soviética. La región, en cuanto a estrategia, tenemos que decir que hasta hace un tiempo no sabíamos que tenía intereses económicos.

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Era solamente una región de agricultores, ganaderos y, por supuesto, la presencia histórica de armenios. Había monumentos, iglesias, y ahora descubrimos que las minas de oro también son parte de esta contienda. No solo es el hecho del territorio en sí, sino que también hay una cuestión de economía metiendo una pata en este conflicto. Se puede rastrear y ver, eso lo tengo todo certificado, cómo empresas de origen inglés ofrecían durante la guerra los territorios de Artsaj que estaban en disputa en ese momento, los ofrecían para vender porciones de minas, acciones etcétera.

—¿Ha cambiado mucho la región en comparación con su anterior viaje?

—Estuve en 2000 y ahí se sentía la presencia de la primera gran guerra de 1989 – 1994. Si ibas a la región de Shushi podías ver las casas destruidas sin techo, veías todavía agujeros en las paredes, armamento. Y en esta última visita, tuve la oportunidad de recorrer gran parte de Artsaj, fui a Shushi, por ejemplo, con todas sus iglesias milenarias, colegios armenios invertidos por franceses, había un gran desarrollo en esa región.

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La capital, Stepanakert, también era una capital moderna, podemos decir, porque había todo tipo de productos. Los edificios también, en un muy buen estado, carreteras, la conexión con Armenia por el sur, en Lachín, y por el norte, en Vardenis. Por lo tanto, esta región estaba muy bien comunicada con Armenia. Después de la guerra parecía tener un proyecto político. Lo que cambió después de la guerra por supuesto es la pérdida del territorio por parte de los armenios.

Hay que hacer un análisis. La guerra tiene muchos frentes: uno es el humanitario, ahora estamos viendo el desastre humanitario en el que se encuentra Artsaj.

Cuando estaba todavía volviendo en la etapa de posguerra se me acercaban madres con hijos, chiquitos, con dos, tres hijos, y me decían “¿puedes conseguirme un lugar para dormir?”. Volvían de Armenia y me decían: “mi marido murió en la guerra. Tengo tres hijos y el lugar donde yo habitaba ya no pertenece más a Armenia”.

Y así miles de personas, de 30.000 o 40.000 personas se quedaron en esa situación. Estamos hablando de una población oficial de 180.000 armenios.

—¿Cuál fue el momento más intenso de su estancia en Nagorno Karabaj durante la segunda guerra?

—Hemos pasado varios. Stepanakert era atacada constantemente por el lado de Azerbaiyán. Una vez escuché que no se atacaba a la población civil, tengo fotografías de los misiles Smerch sin explotar las casas derruidas. Muchas noches atacaban y algunas de esas noches las pasamos en el búnker del hotel.

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Era una seguidilla de bombardeos de 10-15 minutos, tenías que bajar al búnker, esperar a que se calmara unos 40-50 minutos y volver a subir a la habitación. Así fue cuatro o cinco veces durante toda una noche. Sentimos el bombardeo muy cerca del hotel.

Y después una tarde noche de octubre, de alguna forma, me tuvieron que sacar de ahí. Una parte de estas guerras es la forma en que el periodismo lo cubre. Tienes que tener entrada y salida, plan A y plan B. Me sorprendió ese sábado porque había ido al centro de prensa, quería extender mi estadía unos dos o tres días más. “Ya no tienes que estar acá”, me dijeron.

Les dije: “¿Cuál es el peligro?” Y me dicen que —los azerbaiyanos— podrían estar en dos o tres días en Shushi. Shushi es una región que está por encima de Stepanakert, está a dos kilómetros en su vía. Tienes que pasar por Shushi para ir al sur, a Lachín, y ahí recién entrar para Armenia.

Yo estaba en la lista negra. Ya sabemos lo que pasó con un bloguero de origen israelí cuando en Azerbaiyán lo atraparon —el entrevistado se refiere a la historia de Alexandr Lapshín, que había viajado a Artsaj a través de Armenia—. Lo llevaron a Azerbaiyán desde Bielorrusia y estuvo encarcelado. Entonces uno tenía miedo de pasar por esa situación. Esa tarde empecé a buscar una salida para irme.

Estuve buscando desde las cinco de la tarde y a las nueve de la noche me pude retirar porque había pocos vehículos que iban y venían desde Armenia. Esta era la región a la que no todos se animaban a ir. Entonces durante la salida yo tenía muchos materiales en mi celular y empecé a borrar. Tenía un libro sobre la historia de Nagorno Karabaj y lo tuve que borrar.

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En ese momento, por supuesto, uno también piensa en la familia. Tienes que estar lúcido para preparar tus valijas, qué guardar, qué no llevar. Y además existía la posibilidad de manejar y que te pudieran atrapar. Entonces pensaba: “Si salgo en vehículo, dónde tengo que estar sentado, si tengo que escapar, si tengo que caminar hasta la frontera…”.

Llegué a Goris, que es una ciudad de Armenia. Fueron horas muy, muy tensas en las cuales estuve en ese estado de estrés. Lúcido, pero entendía que podía pasar algo.

Después volvimos nuevamente a Artsaj y al cubrir ciertas regiones estuvimos muy cerca de los bombardeos. Fuimos una vez a Askerán. Cuando llegamos a la región, empezaron a salir milicias, soldados que suben a pequeños autos, a jeeps, y empiezan a ir a la frontera que estaba ahí a dos o tres kilómetros.

Vimos ese nerviosismo, y que los soldados se iban. Algo estaba pasando en esa región. Después, a los pocos minutos, sentimos que empezaban los tiros, las ametralladoras. En la guerra lo que sentí siempre fue la artillería. La reconoces a cuatro, cinco, seis kilómetros. No entramos en pánico, pero es una situación al límite para un periodista.

Fuente: Sputnik

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