Leonardo Sbaraglia: “Cuando te ves en una película que hiciste hace mucho tiempo ya no te juzgas, te quedan la alegría y el agradecimiento”
El reestreno de Relatos Salvajes por su décimo aniversario vuelve a ponerlo en primer plano; aunque en realidad, siempre es momento para un actor como él. Mientras adelanta sus próximos proyectos, el carismático intérprete recuerda anécdotas del rodaje del film de Damián Szifron, habla de su experiencia con Pedro Almodóvar y Cillian Murphy y analiza su trabajo a lo largo de los años.
La genialidad de Damián Szifron concibió la comedia definitiva, absurda, satírica y disruptiva. Un reflejo de la identidad nacional destinado a perdurar, un desborde creativo heredero de la literatura. Relatos salvajes destacó en la Competencia Oficial en Cannes, recibió nominaciones al Oscar y fue reconocida por prestigiosos premios, como el Bafta británico, los Premios Platino, el Goya español y el Ariel mexicano, entre diversas distinciones recibidas alrededor del mundo. Imposible de encasillar, el filme se convirtió en un triunfo absoluto, llevando casi cuatro millones de espectadores a los cines en una época en la que casi todo el mundo disfrutaba y apoyaba la producción local, un tiempo en el que nadie demonizaba a la cultura ni consideraba a sus responsables como adversarios.
El corazón se agita en silencio ante el reencuentro con esta obra maestra, cuyo reestreno sirve como un extraordinario pretexto para conversar con Leonardo Sbaraglia, protagonista de una de las mejores historias del film. En ella, la mentalidad enciclopédica de Damián Szifron hace que convivan homenajes tanto a Clave de sol como a la estupenda Duel, de Steven Spielberg.
–¿Cuál es el secreto de la vigencia de “Relatos salvajes”?
–Me parece que el pulso y la precisión que tiene Szifron son notables; fijate que pasa algo parecido con la vigencia de Los Simuladores. Es un tipo que ha sabido construir muy bien todas las ficciones que ha hecho: el otro día volví a ver Tiempo de valientes y es una maravilla. Relatos salvajes en particular fue una producción más grande y es un peliculón. Hace poquito la vio mi hija por primera vez y se cagó de risa, se emocionó, se puso nerviosa, pasó por todas las sensaciones que provoca esta película, que sigue interpelándonos. No solamente a los argentinos sino a todos, porque recuerdo que cuando la presentamos en Cannes y en San Sebastián las reacciones eran increíbles. Fue eso de “pinta tu aldea y pintarás el mundo”: todo el público la sentía afín.
–¿Antes de “Relatos Salvajes” ya se conocían con Szifron?
–No, pero desde un año antes de ser elegido para la película noté que él venía a todos mis estrenos. A pesar de haberlo conocido poco tiempo antes de filmar, me parecía un tipo amable y cercano. De entrada pensó en mí para el personaje, que era hasta difícil de leer porque en la Argentina no teníamos antecedentes de un relato tan de acción. A veces, mientras rodábamos no sabíamos bien qué estábamos haciendo, pero Szifron sí, la fue construyendo como un rompecabezas, tenía todos los planos dibujados en su mente. Además, quería que dijésemos el texto hasta con sus comas, había estudiado todo al milímetro, los colores, las escalas.
Te cuento una, mi personaje se llama Diego y Szifron me dice: “¿Sabés que te puse ese nombre por el personaje que hacías Clave de sol?” Le contesté: “No te burles de mí” (se ríe), y me retrucó: “Es en serio, yo lo veía y era fan”. Trabajando con él, viendo cómo busca narrar los sentimientos y las vueltas de tuerca de sus criaturas, te das cuenta de lo que es ser un gran director.
–¿Cuando Szifron te dio el guion, estaba solo tu historia o la película completa?
–Lo leí completo y me había llamado particularmente la atención la historia de Oscar Martínez. Yo había protagonizado una película que tenía algunos puntos en común llamada Sin retorno, que giraba en relación a un chico que había matado a otro y cuyos padres trataban de cubrirlo. Cuando llegué a ese relato me conmovió mucho, en la lectura general quizás fue el que más me llegó.
–¿Tu vínculo con Almodóvar apareció a partir de la película?
–Mirá, tenía vínculo con Pedro desde antes porque había hecho una prueba junto a Juan Diego Botto para La mala educación cuando yo vivía en España. Años después rodó la película con Gael García Bernal, pero no volvió a llamarme. Pasó que durante Relatos salvajes conocí y me llevé muy bien con Esther García, que es su mano derecha. Fue muy amorosa conmigo, nos entendimos a la perfección, pero cuando terminé trabajando con Pedro en Dolor y gloria fue una cosa aparte.
Sucedió por una coincidencia, yo estaba a punto de hacer un trabajo para Telefé, Morir de amor, dirigido por Anahí Berneri. Un poco antes de que empezara a rodarse, sentía que algunas cosas no terminaban de encajar, no estaba seguro de meterme en la historia y terminé renunciando. Me impactó porque era el trabajo que iba a hacer ese año y pagaban muy bien, pero no me sentía cómodo. Al otro día de haber renunciado me di un golpe en la cabeza y perdí la memoria durante doce horas.
–¿Qué te pasó?
–Fue en 2018. Hubo una tormenta terrible, me desperté a las tres de la mañana y vi mi casa inundada porque se había abierto una ventana, agarré la mopa, me resbalé y me desperté al día siguiente en el hospital, no me acuerdo más nada. A las dos semanas de esto, me manda un mail Esther diciendo: “Leo, siempre te tenemos en cuenta. En esta oportunidad necesitamos un actor español, pero Pedro no termina de encontrarlo, te queremos hacer una prueba”. Y me invitaron a Madrid para eso.
Si yo hubiese estado en la televisión hubiera sido imposible, porque Almodóvar puede tenerte haciendo pruebas durante un mes y después no elegirte. Pero fui, la hice y ahí mismo me eligió. Fue una cosa del destino. Ese golpe que me di en la cabeza alguna grieta abrió (sonríe).
–Este año el Oscar a Mejor Actor lo ganó Cillian Murphy, tu compañero en “Luces rojas”.
–Ay, es un tipo hermoso. Ahí también trabajaba [Robert] De Niro. Un hombre muy agradable, recordaba a la Argentina, hablaba mucho de Lito Cruz, de Federico Luppi, de Carlos Moreno, de Augusto Fernandes. Volviendo a Cillian, yo había protagonizado la película anterior de Rodrigo Cortés, El concursante, y él era fan, por eso había decidido trabajar en Luces rojas. El tipo era tan humilde que en un punto estaba hasta nervioso de laburar con el actor de El concursante (sonríe), ese nivel de sencillez tenía. Era tan normal, tan tranquilo, siendo un grandísimo intérprete.
He trabajado con actorazos como él, Antonio Banderas, Max Von Sydow, no me he privado de nada. Igual acá tuve la oportunidad de compartir proyectos con colegas magníficos, como Héctor Alterio, Julio Chávez, Ricardo Darín, Alfredo Alcón, Pepe Soriano o Alejandro Urdapilleta. Urda para mí ha sido uno de los actores más increíbles que hemos tenido junto con alguien que no es tan recordado pero que admiré muchísimo de chico, Danilo Devizia. Era extraordinario, original, único.
–”Relatos Salvajes” estuvo en San Sebastián en su momento y ahora volvés al festival con “El Hombre que amaba los platos voladores”, la película de Diego Lerman. ¿Podés contarnos algo, además de que llegará a Netflix?
–Es una gran película, rara, te lo dice el mismo Lerman, la hicimos en diez semanas de rodaje. Es un protagónico muy especial porque interpreto a un personaje real como fue José de Zer y estoy feliz. En España no saben quién fue, así que es un misterio cómo van a recibir la historia, pero me parece que la película transmite mucho.
Como actor, me dio la posibilidad de hacer a alguien concreto y eso está bueno; no es que no puedas usar tu imaginación, pero es tanto el material que absorbí, escuchándolo todo el día, tratando de entender algo de su alma, de entrar en su interior y hacerlo sin prejuicios… Es una película que habla del contacto con el más allá, de que los platos voladores pueden ser metáforas de otras cosas, del otro lado, de lo que está y que no vemos, de un posible Dios y también de una poesía necesaria. Te estoy dando una primicia, es la primera vez que hablo de esto.
–Hay una movida evocativa, los diez años de “Relatos salvajes”, los treinta de “Caballos salvajes”. Pablo Echarri dice que no le gusta verse ahora pero disfruta hacerlo con trabajos de otra época. ¿Cómo te llevás con eso?
–Es una buena manera de pensarlo, porque en el pasado quemaste muchas etapas y sos tan otra persona que te da ternura verte. Hice tantas películas siendo muy joven: las de Piñeyro, también la favorita de mi abuela, Besos en la frente, con China Zorrilla. Y un montón más. Ya no te juzgás, no te importa si estás bien o mal como actor, te quedan la alegría y el agradecimiento.
CRÉDITOS DE PRODUCCIÓN
Fotos: Alejandro Calderone Caviglia
Estilismo: @floriherrera2110 y @pamemartinelli @vestustudio
Make up: @macu.atauri
Agradecimientos: @perramusoficial @luxuryfashion.g @terribleenfant
@gilhaus_oficial
Fuente: Planeta Urbano