
Encarnación Ezcurra, la estratega invisible del rosismo que desafió el machismo del siglo XIX
Mariano Cabral, historiador argentino, reveló en Radio Lateral el rol decisivo de Encarnación Ezcurra, esposa de Juan Manuel de Rosas, en la construcción del poder federal durante el siglo XIX. Lejos de ser una figura decorativa, Ezcurra operó como “la armadora política de Rosas”, consolidando redes de lealtad en sectores populares y entre comunidades afrodescendientes de Buenos Aires. Su astucia desafió las estructuras patriarcales de la época: “Era una chica audaz […] fingió un embarazo para que la autoricen a casarse con Rosas”, destacó Cabral.
Mientras Rosas lideraba la Campaña del Desierto (1828-1835), Ezcurra tejía alianzas en la ciudad. Su conexión con el “barrio del Tambor” (barrio sur) fue clave: “Tenía estrecha relación con los negros de Buenos Aires, el estamento social más bajo […] incorporándolos fuertemente en actos públicos“. Cabral enfatizó su perfil “peronista avant la lettre” ¹: “Les decía a los pobres: ‘Ellos nunca te van a traicionar'”, una estrategia que resonaría siglos después en figuras como Eva Perón.
En la guerra interna del federalismo, Ezcurra inventó etiquetas políticas demoledoras. Bautizó a los opositores como “cismáticos” (por su “deslealtad religiosa”) y “lomos negros” (por su vestimenta elitista). Organizó la Sociedad Popular Restauradora, núcleo duro del rosismo, diferenciándola de La Mazorca: “Eran dos cosas distintas: la Sociedad agrupaba leales; La Mazorca ejecutaba tareas escabrosas”. Su manejo de la propaganda incluyó proclamas callejeras y control de periódicos.
Su manifiesto feminista, escrito en 1833, sorprende por su modernidad. Al frente de “Las Porteñas Federales”, Ezcurra denunció: “Si vuestra injusticia nos privó del derecho que el pacto social nos concedía de tener voto activo y aún pasivo […] no podrá impedirnos manifestar nuestra opinión”. Profetizó: “Nuestros nietos verán a las mujeres sentadas en la legislatura”. Cabral subraya: “Ella ya vislumbraba la figura de mujeres como Evia Perón o Cristina Fernández de Kirchner”.
Tras la muerte de Ezcurra (1838), Rosas “prácticamente desapareció de la escena pública”, sumido en una depresión. Su hija Manuela y su cuñada Josefa Gómez (ex amante de Belgrano) heredaron su influencia. Cabral desmitifica: “Humanizar a estos personajes es clave: tenían amantes, conflictos […] Eso no se dice hoy por un pacatismo absurdo”.
El legado de Ezcurra cuestiona la historiografía tradicional. Cabral invita a “pensar a los próceres fuera de los bronces” y a deconstruir relatos oligárquicos del siglo XIX: “Rosas no restauró el hispanismo, sino el orden republicano”. Ezcurra, concluye, encarna “el partido que siempre abre la puerta a los excluidos: mujeres, negros, pobres”.
En un guiño al presente, Cabral vincula su carta a Rosas (“Confía en los pobres”) con el discurso de Cristina Kirchner a Alberto Fernández (2019). “El pueblo es leal –remata–. Esa virtud la entendieron Encarnación, Evita y Cristina”, cerrando un arco que une revoluciones pasadas y luchas actuales.



